"Y bien, ya estaban todos los disparates perpetrados: ofensa innecesaria a un pobre viejo loco por causa del sismple mal humor, discusión sentimental a gritos con un tipo que apenas conocía y omisión de ayuda a un compañero en un asunto personal. ¡Perfecto! ¿Qué me quedaba por hacer: dar un patada a un perro, arrearle un mamporro a una anciana, escupirle a un bebé? Miré el trozo de carne que esperaba paciente una resolución culinaria sobre la superficie de madera. Me pareció un lamentable guiñapo sanguinolento que no me apetecía ni tocar. ¡Al infierno con las delicias grastronómicas!, pasaría a la segunda parte del plan: whisky, música y lectura sentada en el sofá".
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